Desde siempre me ha
costado mucho trabajo madrugar, sin embargo, allá por 1987 estaba
enamorado de una chica que estudiaba en la mañana, así que todos
los días me levantaba a las 5 para estar antes de las seis a.m en la
parada de buses.
Ese era nuestro
momento para vernos… antes que ella tomara el bus.
Aunque nos vimos
muchas madrugadas, ese día fue diferente, porque ella llevaba bajo
el brazo un disco de vinil. En su rostro había una felicidad que no
había visto antes y toda ella contagiaba la alegría.
Al encontrarnos lo
primero que me dijo fue “Hoy sacaron nuevo disco los Guners” y
seguidamente me mostró el vinil. Se trataba del Appetite for
Destruction, uno de los discos más emblemáticos de Guns ´N Roses.
Como cuando te dan
un golpe en la cara, mis pensamientos se vieron sacudidos por la
impresionante portada: una cruz con calaveras greñudas y lentes de
aviador.
Sin oír las
canciones, ya estaba seguro que este disco marcaría mi vida. No
estoy seguro si fue porque a mi chica le encantó, por la portada o
por las canciones viscerales y rasposas que representaban ese momento
de mi vida.
Y aquí estoy, 30
años después escribiendo sobre ese día.
El disco en cuestión
representó a toda una generación, que gracias a los dioses,
crecimos bajo la influencia del glam rock. En aquel entonces habían
varias radios rockeras y en la televisión Mtv todavía pasaba videos
en su programación.
Recuerdo que el
Appetite for Destruction representaba mis tres estados de ánimo.
Paradise city para los mementos felices, Welcome to the jungle para
los momentos rabiosos y Sweet child ´O mine era la canción para mi
chica.
A 30 años de la
publicación de una pieza maestra del rock, tengo tres reflexiones
para compartir
1. Me da tristeza
que los patojos de ahora crezcan influenciados por el regeton.
2. ¿Será acaso que
mi chica (de aquel entonces) recuerda ese momento tanto como yo?
3. ¿Qué habría
pasado si me hubiese tatuado la cruz del disco, en el brazo, como era
mi voluntad?
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